[Leído 3 de Nov.,
1859.]
En el artículo del Sr. Sclater
sobre la Distribución Geográfica de las Aves, leído ante la Sociedad Linneana,
y publicado en los “Poceedings” para
febrero de 1858, él ha señalado que las islas occidentales del Archipiélago
pertenecen a la región India, y las orientales a la región Australiana de
Ornitología. Mis investigaciones en estos países me condujeron a creer que la
misma división se mantendrá bien en cada rama de la Zoología; y el objeto de mi
presente comunicación es demarcar los límites precisos de cada región, y llamar
la atención sobre algunas inferencias de gran importancia general en lo que
respecta al estudio de las leyes de distribución orgánica.
Las regiones Australianas e India
de la Zoología están muy fuertemente contrastadas. En una el orden Marsupial
constituye la gran masa de los mamíferos, -en la otra ni un solo animal
marsupial existe. Marsupiales de al menos dos géneros (Cuscus y Belideus) son
encontrados por todas las Molucas y en Célebes; pero ninguno ha sido detectado en las adyacentes
islas de Java y Borneo. De todas las variadas formas de Quadrumana, Carnivora, Insectivora, y Ruminantia que abundan en la mitad occidental del Archipiélago, los
únicos géneros encontrados en las Molucas son Paradoxurus y Cervus. Los
Sciuridae, tan numerosos en las islas
occidentales, están representados en Célebes por sólo dos o tres especies,
mientras ni una es hallada más al este. Las aves proveen ejemplos igualmente
remarcables. La región Australiana es la más rica en el mundo en Loros; la
Asiática es (de las regiones tropicales) la más pobre. Tres familias enteras
del orden Psittacine son peculiares de la primera de las regiones, y dos de
ellas, las Cacatúas y los Loris, se extienden hasta sus límites extremos, sin
una sola especie pasando a las islas Indias del Archipiélago. El género Palaeornis está, por el otro lado,
confinado de forma igualmente estricta a la región India. En el orden Rasorial,
los Phasianidae son indios, los Megapodiidae australianos; pero en este
caso una especie de cada familia pasa apenas los límites a la región adyacente.
El género Tropidorhyncus, altamente
característico de la región Australiana, y tan abundante en las Molucas y Nueva
Guinea como en Australia, es por completo desconocido en Java y Borneo. Por
otra parte, las familias enteras de Bucconidae,
Trogonidae y Phyllornithidae, y los géneros Pericrocotus,
Picnonotus, Trichophorus, Ixos, de
hecho, casi toda la vasta familia de Zorzales y un montón de otros géneros,
cesan abruptamente hacia el lado oriental de Borneo, Java, y Bali. Todos estos
grupos son aves comunes en las grandes islas Indias; abundantes en todas
partes; son los rasgos característicos
de la ornitología; y es de lo más impactante para un naturalista, al pasar los
angostos estrechos de Macasar y Lombock, perderlos repentinamente, junto con
los Quadrumana y Felidae, los Insectivora
y Rodentia, cuyas variadas especies
pueblan los bosques de Sumatra, Java, y Borneo.
Para definir exactamente los
límites donde las dos regiones están (geográficamente) más íntimamente
conectadas, puedo mencionar que durante unos pocos días de estadía en la isla
de Bali encontré aves de los géneros Copsychus,
Megalaima, Tiga, Ploceus, y Sturnopastor, todas características de
la región India y abundantes en Malaca, Java, y Borneo; mientras al cruzar a
Lombock, durante tres meses recolectando
allí, ninguna de ellas fue vista; ni se presentó en Célebes u otra de las islas
más hacia el este que visité. Tomando esto en conexión con el hecho de que Cacatua, Tropidorhyncus, y Megapodius
tienen su límite occidental en Lombock, podemos considerar establecido que el
Estrecho de Lombock (sólo de 15 millas de ancho) marca los límites y
abruptamente separa dos de las grandes regiones Zoológicas del globo. Las Islas
Filipinas son en algunos respectos de locación dudosa, asemejándose y
difiriendo de ambas regiones. Son deficientes en los variados mamíferos de
Borneo, pero no contienen Marsupiales. Los Psittaci son escasos, como en la región
India; los Loris están completamente ausentes, pero hay un representante de las
Cacatúas. Carpinteros, Trogones, y los géneros Ixos, Copsychus, y Ploceus son altamente característicos de
India. Tanysiptera y Megapodius, nuevamente, son formas
Australianas, pero parecen representados sólo por especies solitarias. Las
islas poseen además unos pocos géneros peculiares. Debemos en el conjunto
ubicar a las Islas Filipinas en la región India, pero destacando que son
deficientes en algunos de sus rasgos más notables. Poseen varias formas
aisladas de la región Australiana, pero de ninguna manera suficientes para
constituir una transición real a ella.
Dejando a las Filipinas fuera de
la cuestión por el momento, las islas occidentales y orientales del
Archipiélago, como se las divide aquí, pertenecen a regiones más distintas y
contrastadas que cualquier otra de las grandes divisiones zoológicas del globo.
América del Sur y África, separadas por el Atlántico, no difieren tan
ampliamente como Asia y Australia: Asia con su abundancia y variedad de grandes
Mamíferos y sin Marsupiales, y Australia con poco más que Marsupiales; Asia con
sus espléndidos Phasianidae, Australia
con sus Megapodiidae de color
apagado; Asia la región tropical más pobre en Loros, Australia la más rica: y
todas estas llamativas características son casi perfectas en los mismos límites
de sus respectivos distritos; ¡de modo que en unas pocas horas podemos
experimentar una magnitud de diferencia zoológica que sólo semanas o incluso
meses de viaje nos darán en cualquier otra parte del mundo!
Además no hay nada en el aspecto
o carácter físico de las islas para conducirnos a esperar una diferencia tal;
sus diferencias físicas y geológicas no coinciden con las diferencias
zoológicas. Existe una notable homogeneidad en las dos mitades del
Archipiélago. La gran cadena volcánica corre a través de ambas partes; Borneo
es la contraparte de Nueva Guinea, las Filipinas se asemejan estrechamente a
las igualmente fértiles e igualmente volcánicas Molucas; mientras que en Java oriental
comienza a sentirse el clima más árido de Timor y Australia. Pero estos
parecidos se acompañan por una diversidad zoológica extrema, las regiones
Asiáticas y Australianas hallando en Borneo y Nueva Guinea respectivamente su
más alto desarrollo.
Pero puede decirse: “La
separación entre estas dos regiones no es tan absoluta. Existe alguna
transición. Existen especies y géneros comunes a las islas orientales y
occidentales.” Esto es cierto, sin embargo (en mi opinión) no prueba una
transición en el propio sentido de la palabra; y la naturaleza y magnitud de la
semejanza muestra sólo más fuertemente la absoluta y única distinción de las
dos divisiones. La excepción aquí prueba claramente la regla.
Procedamos a investigar estos
casos de supuesta transición. En las islas occidentales casi el único ejemplo
de un grupo peculiar a Australia y las islas orientales es el Megapodius en el noroeste de Borneo. Ni
una de las formas Australianas de Mamíferos pasa los límites de la región. Por
otra parte, Quadrumana se presenta en Célebes, Batchian, Lombock, y quizá
Timor; los ciervos han alcanzado Célebes, Timor, Buru, Ceram, y Gilolo, pero no
Nueva Guinea; los cerdos se han extendido a Nueva Guinea, probablemente el
verdadero límite oriental del género Sus;
las ardillas son halladas en Célebes, Lombock, y Sumbawa: entre las aves, Gallus se presenta en Célebes y Sumbawa,
los Carpinteros alcanzan Célebes, y los Cálaos se extienden hasta el noroeste
de Nueva Guinea. Estos casos de
identidad o semejanza en los animales de las dos regiones pueden agruparse en
tres clases; 1ra, especies idénticas; 2da, especies estrechamente vinculadas o
representativas; y 3ra, especies de géneros peculiares y aislados. El Mono Gris
común (Macacus cynomolgus) ha
alcanzado Lombock, y quizás Timor, pero no Célebes. El ciervo de las Molucas
parece ser una variedad del Cervus rufus
de Java y Borneo. El Gallo de Jungla de Célebes y Lombock es una especie
javanesa. Hirundo javanica, Zosterops flavus, Halcyon collaris, Eurystomus gularis, Macropygia phasianella, Merops
javanicus, Anthreptes lepida, Ptilonopus melanocephala, y algunas
otras aves parecen las mismas en las islas adyacentes de las divisiones
orientales y occidentales, y algunas de ellas se extienden por todo el
Archipiélago. Pero luego de leer a Lyell sobre los varios modos de dispersión
de los animales, y observando la proximidad de las islas, debemos sentirnos
asombrados, no de tal cantidad de intercambio de especies (la mayoría de las
cuales son aves con gran poder de vuelo), sino de que en el curso de eras una
fusión mucho mayor y casi completa no ha tenido lugar. Si el Atlántico se redujera
gradualmente hasta que sólo un estrecho de veinte millas separara África de
Sudamérica, ¿podemos creer que muchas aves e insectos y algunos pocos mamíferos
serían pronto intercambiados? Pero tal
intercambio sería una mezcla fortuita de faunas esencialmente y absolutamente
distinta, no una transición natural y regular de una a la otra. De manera semejante los casos de especies
idénticas en las islas orientales y occidentales del Archipiélago se deben a la
mezcla gradual y accidental de faunas originalmente distintas de forma absoluta.
En nuestra segunda clase
(especies representativas) debemos ubicar a los cerdos salvajes, que parecen
ser de especies distintas pero estrechamente relacionadas en cada isla; las
ardillas también de Célebes son de especies peculiares, como lo son los
Carpinteros y Cálaos, y dos aves de Célebes de los géneros asiáticos Phaenicophaeus y Acridotheres. Éstas y unas pocas más de carácter similar están
estrechamente relacionadas con otras especies que habitan Java, Borneo, o las
Filipinas. Por tanto sólo tenemos que suponer que las especies del oeste
pasaron a las islas del este en un período tan remoto como para extinguirse en
uno u otro lado, y haber sido reemplazadas por una forma relacionada, y
habremos producido exactamente el estado de cosas ahora existentes. Tal
extinción y tal reemplazo sabemos que ha estado ocurriendo continuamente. Tal
ha sido el curso regular de la naturaleza por incontables eras en cada parte de
la Tierra de la que tenemos registros geológicos; y a menos que estemos
preparados para mostrar que el Archipiélago Indo-Australiano fue en conjunto
una región excepcional, tal debe haber sido aquí el curso de la naturaleza
también. Si estas islas han existido en su forma presente sólo durante una de
las últimas divisiones del período Terciario, y si el intercambio de especies a
intervalos muy escasos y distantes ha ocurrido, entonces el hecho de algunas
especies idénticas y otras estrechamente relacionadas es un resultado
necesario, incluso si las dos regiones en cuestión han estado originalmente
pobladas por creaciones de seres orgánicos absolutamente distintas, y no haya
habido ninguna conexión más cercana entre ellas de la que existe ahora. La
presencia de un número limitado de especies representativas en las dos divisiones
del Archipiélago no prueba entonces ninguna verdadera transición de una a la
otra.
Los ejemplos de nuestra tercera
clase-de géneros peculiares teniendo escasa o nula afinidad con aquellos de las
islas adyacentes-están casi enteramente confinados a Célebes, y hacen de esta
isla un distrito per se, interesante
en el más alto grado. Cynopithecus,
un género de Babuinos, los extraordinarios Babirusa y el singular rumiante Anoa depressicornis no tienen nada en
común con los mamíferos asiáticos, pero parecen más relacionadas con aquellos
de África. Un animal quadrumano del mismo género (quizá idéntico) se presenta
en la pequeña isla de Batchian, que forma el límite oriental extremo del orden
más alto de los mamíferos. Se dice
además que una especie relacionada existe en las Filipinas. Esta presencia de
quadrumana en la región Australiana no prueba nada respecto de una transición
hacia las islas occidentales, que, entre sus numerosos monos y simios, no tiene
nada en absoluto que se les asemeje. La especie de Célebes y Batchian tiene la
alta cresta superorbital, el largo hueso nasal, la figura similar a perro, la
minúscula cola eréctil, los hábitos predadores y la disposición valiente de los
verdaderos Babuinos, y encuentra sus formas relacionadas en ninguna parte más
cercana que el África tropical. El Anoa
parece también señalar hacia la misma región, tan rica en variadas formas de
Antílopes.
En la clase de las aves, Célebes
posee un género peculiar de Loros (Prioniturus),
del que se dice se halla también en las Filipinas; Meropogon, intermedio entre una forma india y una africana de
Come-abejas; y el anómalo Scissirostrum,
que el Príncipe Bonaparte coloca cerca de un ave de Madagascar, y forma una
subfamilia distinta para la recepción de las dos. Célebes además contiene una
especie de Coracias, que está aquí
bastante fuera de su área normal, estando de otra manera el género confinado al
África e India continental, no presentándose en ninguna otra parte del
Archipiélago. El ave de Célebes es ubicada, en el “Resumen” de Bonaparte, entre
dos especies africanas, con las que por tanto presumo está más cercanamente
relacionada que con aquellas de India. Habiendo recibido recién del Sr. Smith el
Catálogo de los Hymenoptera recolectados durante mi primera residencia en
Célebes, encuentro en éste algunos hechos de una naturaleza igualmente
singular. De 103 especies, sólo 16 se sabe que habitan alguna de las islas
occidentales del Archipiélago, mientras que 18 son idénticas a especies de
India continental, China, y las Islas Filipinas, dos son declaradas como
idénticas con insectos hasta ahora sólo conocidos en África tropical, y otra se
dice que está más cercanamente vinculada a una del Cabo.
Estos fenómenos de distribución
son, yo creo, los más anómalos aún conocidos, y de hecho completamente únicos.
No estoy al tanto de otro sitio sobre la Tierra que contenga una cantidad de
especies, en varias distintas clases de animales, con las formas más
cercanamente relacionadas sin existir en ninguno de los países que a cada lado
lo rodean, sino halladas sólo en otra división primaria del globo, separada por
una vasta extensión de océano. En ningún otro caso están las especies de un
género o los géneros de una familia distribuidos en dos distintas áreas
separadas por países en los que no existen; por lo que ha llegado a
considerarse una ley en distribución geográfica, “que tanto especies como
grupos habitan áreas continuas.”
Hechos como estos pueden sólo ser
explicados por una audaz aceptación de vastos cambios en la superficie de la
Tierra. Ellos nos enseñan que esta isla de Célebes es más antigua que la
mayoría de las islas que ahora la rodean, y obtuvo alguna parte de su fauna
antes de que ellas existieran. Ellos apuntan a un tiempo cuando un gran
continente ocupó al menos una porción de lo que es ahora el Océano Índico, del
cual las islas de Mauritius, Bourbon, etc. pueden ser fragmentos, mientras que
el Banco de Chagos y los Atolones de Keeling indican su antigua extensión al este
hacia la vecindad de lo que es ahora el Archipiélago Malayo. El grupo de
Célebes permanece como el último fragmento oriental de ésta hoy sumergida
tierra, o de una de sus islas adyacentes, indicando su peculiar origen por su
aislamiento zoológico, y por aún retener una marcada afinidad con la fauna
africana.
El gran continente Pacífico, del
cual Australia y Nueva Guinea son sin duda fragmentos, probablemente existió en
un período mucho más temprano, y se extendió tan al oeste como las Molucas. La
extensión de Asia tan hacia el sur y el este como los Estrechos de Macasar y
Lombock debió haber ocurrido tras el sumergimiento de ambos de estos grandes
continentes del sur; y la ruptura y separación de las islas de Sumatra, Java, y
Borneo ha sido el último gran cambio geológico que estas regiones han
experimentado. Que esto ha realmente tenido lugar como aquí se indica, creemos
está probado por las siguientes consideraciones. No más de veinte
(probablemente un número menor) de alrededor de cien aves terrestres de Célebes
conocidas al presente son halladas en Java o Borneo, y sólo uno o dos de doce o
quince mamíferos. De los mamíferos y aves de Borneo, sin embargo, al menos tres
cuartos, probablemente cinco sextos, habitan también Java, Sumatra, o la
península de Malaca. Ahora bien, notando la dirección de los Estrechos de Macasar
corriendo casi norte a sur, y recordando que estamos en el distrito de los
monsones, un sostenido viento sureste y noroeste soplando alternativamente por
cerca de seis meses cada uno, veremos prontamente que Célebes está más
favorablemente situada que cualquier otra isla para recibir pasajeros
extraviados desde Borneo, ya sea llevados a la deriva a través del mar o
arrastrados por el aire. La distancia es también menos que entre cualquiera de
las otras grandes islas; no hay corrientes violentas para neutralizar la acción
de los vientos; y numerosas isletas en medio del canal ofrecen estaciones que
podrían rescatar muchos de los vagabundos, y dar paso, luego del reposo, a
migraciones frescas. Entre Java y Borneo el ancho del mar es mucho mayor, las
islas intermedias son menos, y la dirección de los monsones a lo largo y no a
través del mar de Java, acompañada por corrientes alternantes en la misma
dirección, deberían determinar que la comunicación accidental entre las dos islas
sea excesivamente dificultosa; así que donde las facilidades para
intercomunicación son mayores, el número de especies comunes a los dos países
es menor, y viceversa. Pero nuevamente, la masa de especies de Borneo, Java,
etc., incluso cuando no son idénticas son congenéricas, lo cual, como se
explicó antes, indica identidad en una época más temprana; mientras que la gran
masa de la fauna de Célebes es ampliamente diferente de aquella de las islas
occidentales, consistiendo principalmente de géneros, e incluso de familias
enteras, completamente extrañas a ellas. Esto claramente apunta a una total
diversidad de formas y especies en la antigüedad,-siendo las similitudes
existentes el resultado de la mezcla, hemos ya señalado la extrema facilidad para
esto. En el caso de las grandes islas occidentales se indica una identidad
anterior más completa, habiendo surgido las diferencias presentes de su
aislamiento durante un considerable período, permitiendo tiempo para esa
extinción parcial e introducción de especies que es el curso regular de la
naturaleza. Si el muy pequeño número de
especies occidentales en Célebes es todo lo que las más favorables condiciones
para la transmisión pudieron provocar, la completa similitud de las faunas de
las islas occidentales nunca podría (con condiciones mucho menos favorables)
haber sido producida por los mismos medios. ¿Y qué otros medios podemos
concebir sino la antigua conexión de aquellas islas entre sí y con el
continente de Asia?
En notable confirmación de esta visión
tenemos evidencia física de una naturaleza muy interesante. Estos países de
hecho están aún conectados, y tan completamente que una elevación de sólo 300
pies casi duplicaría la extensión del Asia tropical. Por todo el Mar de Java, los Estrechos de Malaca,
el Golfo de Siam, y la parte sur del Mar de China, los barcos pueden anclar en
menos de cincuenta brazas. Una vasta planicie submarina une las aparentemente
disjuntas partes de la región zoológica india, y abruptamente termina,
exactamente en sus límites, en un océano insondable. El mar profundo de las Molucas
asciende en las costas del norte de Borneo, en el Estrecho de Lombock en el
sur, y cerca de la mitad del Estrecho de Macasar. ¿No podemos por tanto
concluir bastante aceptablemente de estos hechos que, de acuerdo al sistema de
bandas alternas de elevación y depresión que muy generalmente parece
prevalecer, que el último gran movimiento de ascenso del área volcánica de Java
y Sumatra estuvo acompañado por la depresión que ahora las separa de Borneo y
del continente?
Vale la pena remarcar que las
varias islas de las Molucas, aunque generalmente divididas por una menor extensión
de mar, tienen menos especies en común; pero los mares que separan son en casi
todo caso de inmensa profundidad, indicando que la separación tuvo lugar en un
período mucho más temprano. El mismo principio es bien ilustrado por la distribución
del género Paradisea, dos especies de
las cuales (las Aves del Paraíso comunes) son halladas sólo en Nueva Guinea y
en las islas de Aru, Mysol, Waigiou, y Jobie, todas las cuales están conectadas
con Nueva Guinea por bancos de sondeo, mientras que estas no se extienden a
Ceram o las Islas Ké, que no están más lejos de Nueva Guinea, pero están
separadas de ésta por mar profundo. Nuevamente, la cadena de pequeñas islas
volcánicas al oeste de Gilolo, aunque dividida por canales de solamente diez o
quince millas de ancho, posee muchas especies representativas distintas de
insectos, e incluso, en algunos casos, también de aves. Los Babuinos de
Batchian no han pasado a Gilolo, una isla mucho más grande, solamente separada
de ésta por un canal de diez millas de ancho, y en una parte casi bloqueado con
islas pequeñas.
Viendo ahora estos fenómenos de
distribución, y especialmente a aquellos presentados por la fauna de Célebes,
me parece que un efecto muy exagerado, en producir la presente distribución de
animales, le ha sido imputado a la transmisión accidental de individuos a
través de mares intermedios; dado que aquí tenemos algo así como una prueba o
standard por el cual podemos medir el posible efecto debido a las causas, y
hallamos que, bajo condiciones tal vez de lo más favorables que existen en el
globo, el porcentaje de especies derivadas de esta fuente es extremadamente
pequeño. Cuando mis investigaciones en el Archipiélago estén completas, espero
ser capaz de determinar con cierta precisión esta proporción numérica en varios
casos; pero mientras tanto consideraremos 20 por ciento como el probable máximo
para aves y mamíferos que en Célebes han sido derivadas desde Borneo o
Java.
Apliquemos ahora este standard al
caso de Gran Bretaña y el Continente, en el que la amplitud del mar que divide
y la extensión de las costas opuestas son casi las mismas, pero en el cual las
especies son casi todas idénticas,-o Irlanda, más del 90 por ciento de cuyas
especies son Británicas,-y veremos de inmediato que ninguna teoría de
transmisión a través de los presentes Estrechos es admisible, y estará obligada
a recurrir a la idea de una separación muy reciente (reconocida desde hace
mucho tiempo), para dar cuenta de estos fenómenos zoológicos.
Es, sin embargo, para las islas
oceánicas que consideramos de la mayor importancia la aplicación de esta
prueba. Dejemos que cualquiera trate de darse cuenta de las facilidades
comparativas para la transmisión de seres organizados a través del Estrecho de
Macasar desde Borneo a Célebes, y desde el sur de Europa o el norte de África a
la isla de Madeira, al menos cuatro veces la distancia, y un mero punto en el
océano, y él consideraría probablemente que en un dado período un centenar de
casos de transmisión tendría más chance de ocurrir en el primero de los casos más
que uno en el último. Sin embargo, de la fauna comparativamente rica en
insectos de Madeira, 40 por ciento son especies continentales; y de las plantas
con flor más del 60 por ciento. Las Islas Canarias ofrecen resultados
similares. Nada más que una antigua conexión con el Continente explicará tal
medida de identidad de especies (el peso de las cuales será mucho mayor si
tomamos en cuenta las especies representativas); y la dirección de la extensión
del Atlas hacia Tenerife, y de la Sierra Nevada hacia Madeira, son indicaciones
materiales de tal conexión.
Las Galápagos no están más lejos
de Sudamérica que Madeira de Europa, y, siendo de mayor extensión, tienen mucha
más probabilidad de recibir inmigrantes casuales, aunque casi no tienen una
especie idéntica a cualquiera habitando el continente americano. Estas islas
por lo tanto pueden bien haberse originado en medio del océano; o si alguna vez
estuvieron conectadas con el continente, esto fue en un período tan distante que la extinción natural
y renovación de especies no ha dejado ni una en común. El carácter de su fauna, sin embargo, es más
lo que esperaríamos que surja de la introducción casual de unas muy pocas
especies a intervalos distantes; ésta es muy pobre; contiene sólo unos pocos
géneros, y dispersos entre familias no conectadas; sus géneros a menudo
contienen varias especies estrechamente relacionadas, indicando un único
antitipo.
La fauna y flora de Madeira y de
las Canarias, por otro lado, no tienen nada de este carácter casual. Son
comparativamente ricas en géneros y especies; la mayoría de los grupos
principales y familias están más o menos representadas; y, de hecho, estas
islas no difieren materialmente, en el carácter general de sus producciones
animales y vegetales, de cualquier montaña aislada en Europa o el norte de
África de la misma extensión aproximada.
Sobre exactamente los mismos
principios, el gran número de especies de plantas, insectos, y aves, en Europa
y Norteamérica, ya sea absolutamente idénticas o representadas por especies muy
estrechamente relacionadas, seguramente indica que algún medio de comunicación
terrestre en latitudes templadas o subárticas existió en época geológica no muy
distante; y aunque muchos naturalistas están inclinados a considerar esta clase
de opiniones como especulaciones vagas e inútiles, estamos convencidos de que
pronto tomarán su lugar entre las deducciones legítimas de la ciencia.
La Geología puede detectar sólo
una parte de los cambios que la superficie de la Tierra ha sufrido. Puede
revelar la historia pasada y mutaciones de lo que es hoy tierra seca; pero el
océano no cuenta nada de su historia antigua. La Zoología y la Botánica vienen
aquí a la ayuda de su ciencia hermana, y por medio de humildes hierbas e
insectos menospreciados habitando sus costas ahora distantes, pueden descubrir
algunos de aquellos cambios pasados que el océano mismo se rehúsa a revelar.
Ellas pueden indicar, al menos aproximadamente, dónde y en qué período
continentes antiguos debieron existir, de que países debieron separarse islas,
y en cuán distante época la ruptura tuvo lugar. Por las invaluables
indicaciones que el Sr. Darwin ha deducido de la estructura de los arrecifes de
coral, por los relevamientos del lecho marino hoy en progreso, y por un
conocimiento más extenso y detallado de la distribución geográfica de animales
y plantas, el naturalista puede pronto esperar obtener alguna idea de los
continentes que han ahora desaparecido bajo el océano, y de la distribución
general de tierra y mar en épocas geológicas antiguas.
La mayoría de los escritores sobre
distribución geográfica han pasado completamente por alto su conexión con
hechos geológicos bien establecidos, y han así creado dificultades donde no las
hay. Las peculiares y aparentemente endémicas fauna y flora de las islas
oceánicas (como las Galápagos y Santa Helena) han sido tratadas como algo
anómalo e inexplicable. Se ha imaginado que la condición más simple de tales
islas sería el tener sus producciones idénticas a aquellas de la tierra firme
más próxima, y que su condición actual es un misterio incomprensible. Lo
inverso de esto es sin embargo el caso. En realidad no requerimos hipótesis
especulativas, ninguna nueva teoría, para explicar estos fenómenos; son los
resultados lógicos de leyes de la naturaleza bien conocidas. La extinción de
especies regular e incesante, y su reemplazo por formas relacionadas, no es hoy
una hipótesis, sino un hecho establecido; y esto necesariamente produce estas
clases de fauna y flora peculiares en todas las islas menos las recientemente formadas o de separación
nueva, sujetas por supuesto a mayor o menor modificación de acuerdo a la
facilidad para la transmisión de especies frescas desde continentes adyacentes.
Tales fenómenos por tanto están lejos de ser inusuales. Madagascar, Mauritius,
las Molucas, Nueva Zelanda, Nueva Caledonia, las Islas del Pacífico, Juan
Fernández, las Islas de las Indias Occidentales, y muchas otras, todas
presentan tales peculiaridades en mayor o menor desarrollo. Son los ejemplos de
identidad de especies en países distantes los que presentan la dificultad real.
Lo que se suponía era el estado más
normal de las cosas es realmente excepcional, y requiere algunas hipótesis para
para su explicación. Los fenómenos de distribución en el Archipiélago Malayo,
sobre los que aquí yo he llamado la atención, nos enseñan que, por angosto que
sea el estrecho separando una isla de su continente, es aún una barrera
insuperable contra el pasaje de un considerable número y variedad de animales
terrestres; y que en todos los casos en que tales islas poseen una
tolerablemente rica y variada fauna de especies mayormente idénticas, o
estrechamente relacionadas con aquellas del país adyacente, estamos forzados a
la conclusión de que una separación geológicamente reciente ha tenido lugar. Gran
Bretaña, Irlanda, Sicilia, Sumatra, Java y Borneo, las Islas Aru, las Canarias
y Madeira, son casos a los cuales el razonamiento es plenamente aplicable.
En su Ensayo introductorio sobre
la Flora de Nueva Zelanda, el Dr. Hooker ha aplicado este principio de lo más
convincentemente para mostrar la antigua conexión de Nueva Zelanda y otras
islas al sur con el extremo sur de América; y tomaré esta oportunidad para
llamar la atención de los zoólogos sobre la muy satisfactoria manera en la que
esta visión aparta muchas dificultades en la distribución de animales. La más
obvia de éstas es la presencia de Marsupiales solamente en América, más allá de
la región Australiana. Ellos evidentemente entraron por la misma ruta que las
plantas de Nueva Zelanda y Tasmania que se encuentran en la Sudamérica
templada, pero teniendo un mayor poder de dispersión, una mayor plasticidad de
organización, se han extendido por todo el continente aunque con tan pocas
modificaciones de forma y estructura como para señalar una unidad de origen en
un período comparativamente reciente. Es entre los insectos, sin embargo, que
las similitudes se acercan en número y grado a las exhibidas por las plantas. Entre
las mariposas las hermosas Heliconidae
están estrictamente confinadas a Sudamérica, con la excepción de un único
género (Hamadryas) hallado en la
región Australiana desde Nueva Zelanda hasta Nueva Guinea. En Coleoptera muchas
familias y géneros son característicos de los dos países; como lo son Pseudomorphidae entre los Geodephaga, Lamprimidae y Syndesidae entre los Lucani, Anoplognathidae
entre los Lamellicornes, Stigmoderidae
entre los Buprestes, Natalis entre
los Cleridae, además de un gran número de géneros representativos. Esta
distribución peculiar hasta ahora ha sólo despertado asombro, y ha confundido
todas las ideas de unidad en la distribución de seres orgánicos; pero ahora
vemos una concordancia exacta con los fenómenos presentados por la flora de las
mismas regiones, como se desarrolló en el mayor detalle por las investigaciones
del Dr. Hooker.
Es algo singular, sin embargo,
que ni una sola especie idéntica de insectos haya sido aún descubierta,
mientras que no menos de 89 especies de plantas con flor son encontradas tanto
en Nueva Zelanda como en Sudamérica. Las relaciones de los animales y de las
plantas de estos países deben necesariamente depender de los mismos cambios
físicos que el hemisferio sur ha sufrido; y somos por tanto guiados a concluir que
los insectos son mucho menos persistentes en sus formas específicas que las
plantas con flor, mientras que entre los mamíferos y las aves terrestres (en
los cuales incluso ningún género es común a los países en cuestión) las
especies deben morir y ser reemplazadas mucho más rápidamente que en cualquiera
de los otros casos. Y esto está exactamente en concordancia con el hecho (bien
establecido por la geología) de que en un tiempo cuando las valvas de los mares
europeos eran casi todas idénticas a especies viviendo actualmente, los
mamíferos europeos eran casi todos diferentes. La duración de la vida de las
especies parecería estar en una proporción inversa a su complejidad de
organización y actividad vital.
En el breve borrador que he dado
ahora de esta interesante materia, tales obvios y llamativos hechos han sido
aducidos sólo como la libreta de notas de un viajero puede proveer. El
argumento debe por tanto perder mucho de su peso por la ausencia de detalle y
ejemplos acumulados. Existe, sin embargo, una concordancia general tal en los
fenómenos de distribución como separadamente se deducen de las varias clases o
reinos del mundo orgánico, que cuando una clase de animales o plantas exhiben
de una manera claramente marcada ciertas relaciones entre dos países, las otras
clases mostrarán ciertamente relaciones similares, aunque esto puede ser en
mayor o menor grado. Aves e insectos nos enseñarán las mismas verdades; e
incluso plantas y animales, aunque existiendo bajo diferentes condiciones, y
multiplicándose y dispersándose por procesos generales diferentes, no darán
nunca testimonios conflictivos, sin embargo ellos pueden diferir mucho con
respecto a lo que indican para la cantidad de relación entre regiones distantes,
y consecuentemente el mayor o menor peso que cada uno pueda tener en la
determinación de preguntas de esta naturaleza.
Esta es
mi disculpa por ofrecer a la Sociedad Linneana el presente boceto imperfecto en
anticipo de las pruebas más detalladas e ilustraciones que espero adelantar en
una futura ocasión.
Texto en versión original en
inglés: John van Wyhe, ed. 2012-. Wallace Online. (http://wallace-online.org/). RECORD: S53. Wallace, A. R.
1860. On the zoological geography of the Malay Archipelago. Journal of the
Proceedings of the Linnean Society: Zoology 4: 172-184.
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